lunes, 25 de febrero de 2013

Tercera parte: Perdiendo el rumbo en Alemania

Después de todo lo aprendido en Argentina, quedaba desaprenderlo en Alemania… Si en el cono sur me maté a estudiar, me desenvolví responsablemente en un piso y me rodee de la gente más responsable posible (aunque la cosa fiestera no quedara atrás… la mona aunque se vista de seda…), en las germanias poco más que mi preocupación se centró en realizar (no sin dificultades herculeanas) el convenio de estudios más engañifo y descarado posible con el que quitarme asignaturas a golpe de jaggers (aunque el pacto social adquirido por todos los estudiantes Erasmus me obliga a detallar que también tuve que estudiar lo suyo… y en otro idioma oye, que no es poca cosa). Una experiencia, la erasmusera, de la que me saqué los diez meses más productivos socialmente hablando de mi vida, una época en la que rocé la felicidad absoluta, de la que me llevé a un grupo de personas que pese a la distancia, como se dice de los compañeros de la mili (y nosotros casi que vivimos una guerra…) son para toda la vida, y tal cantidad de anécdotas que me pusieron a prueba y que me han servido para rellenar conversaciones legendarias (y que espero ocultar de por vida a mis hijos, los cuales NO se irán de Erasmus) Como los correos son traducidos a un lenguaje que, pese a sus deslices, pueda ser asimilado por unos padres modélicos, se suprimen anécdotas como el desalojo de una residencia a las 4 de la mañana causado por cierto extintor, amaneceres en extraños lugares y un largo currículum de acciones que a buen seguro se han contado más de una vez rodeados de cervezas.

                                         

No hay comentarios:

Publicar un comentario